Ayudemos a la Naturaleza

 

Por sabia que sea la madre Natura, siempre precisa de la ayuda del hombre. Y no solo para reponer árboles, encauzar ríos, aflorar manantiales, cultivar cereales, esas cosas que nos sirven para vivir y disfrutar.

Hay que ayudarla en otros temas. Si en la madre Natura el ser humano tiene un límite vital a partir del cual desaparece, es preciso que la ayudemos en ese empeño para acelerar algo que de todas formas va a suceder, simplemente la muerte.

De ahí que, de cuando en cuando, la ayudemos con diversos métodos. Por ejemplo, en las guerras de moros y cristianos uno de los dos bandos debía prevalecer sobre el otro, y al no convencer al contrario (ni siquiera se hablaban), lo mejor era hacerle desaparecer y así eliminar obstáculos en aras de la hegemonía de la civilización verdadera (si de paso nos quedábamos con sus tierras, mejor, pues así servían al noble fin que nos empujaba). Ocurrió también en la llamada evangelización en tierras americanas. Ocurrió con nuestra (no solo nuestra) afamada Inquisición. Ocurrió en la Revolución Francesa, en la Gran Guerra, en la segunda guerra mundial, y sigue ocurriendo hoy en varios sitios cercanos a nuestra amada Europa, que suelen estar situados en Oriente Medio, donde si hay algo de petróleo que puede ser explotado en aras de la civilización occidental (o sea bolsillos de unos pocos), es por pura casualidad. Y si mueren unos cuantos niños es también por pura casualidad, pues no debían haber estado allí.

El planteamiento es simple. Yo pienso de una manera y tú de otra. Al no ponernos de acuerdo, es evidente que uno de los dos sobra, con lo cual antes de que tú me ayudes a anticipar mi cantado final, prefiero ayudarte yo a tí. Y si de paso me dejas tu herencia, mejor, y si no me la dejas, no te preocupes, que ya la cogeré yo salvo que tus herederos me la dejen voluntariamente a la vista de mis contundentes argumentos.

Y todo ello, como digo, movido por el afán altruista de ayudar a la madre Natura anticipando el final del ser humano que, de todas formas, iba a morir igual. Eso sí, cuando muere se le entierra con honores (sin pasarse), se pone en su tumba una cruz, o una media luna, o una estrella de David, o algún otro símbolo de la ideología que sea que nos empuja al exterminio, y que siga la vida. El muerto al hoyo, y el vivo a su herencia. Y si es posible a su petróleo.